miércoles, 28 de octubre de 2009

Alfonso X en el corazón de Murcia

Abre al público la única exposición que reúne las cuatro Cantigas de Santa María, así como la práctica totalidad de la obra del 'scriptorium' del monarca del siglo XIII
28.10.09 -
PEPA GARCÍA MURCIA / la Verdad
El corazón de Alfonso X reposa en la Catedral de Murcia y, desde anoche, Alfonso X y casi toda su producción jurídica, histórica, literaria, científica y artística reside, hasta el 31 de enero, en el corazón de Murcia. Esto es posible gracias la gran exposición Alfonso X El Sabio, organizada por Caja Mediterráneo (CAM), Consejería de Cultura y Turismo, y Ayuntamiento de Murcia y comisariada por el catedrático de Historia Medieval de la Universidad Autónoma de Madrid, Isidro G. Bango.
Asistieron al acto el presidente de CAM, Modesto Crespo, el presidente territorial de CAM, Ángel Martínez, el director territorial, Idelfonso Riquelme, el director de la Obra Social de CAM, Jorge Ribera, el director territorial de la Obra Social de CAM, Juan José Mouliaá. A los representantes de la entidad, le acompañaron, el secretario general de Presidencia, José Gabriel Ruiz, el consejero de Cultura, Pedro Alberto Cruz y el alcalde de Murcia, Miguel Ángel Cámara y otros altos cargos de las entidades organizadoras, así como artistas y creadores de la Región
La historia de Alfonso X, el rey sabio, está unida a la historia de Murcia, con cuya reconquista inicia de infante sus primeras experiencias políticas. Por eso y por la fidelidad que el Reino de Murcia le profesó al monarca, quiso ser enterrado en la ciudad. Un deseo que no pudo cumplirse, «las circunstancias de enfrentamiento de los últimos tiempos le llevaron a decir a sus albaceas que le enterraran donde pudieran», comenta el medievalista Isidro G. Bango. Sus restos mortales descansan desde entonces en la Catedral de Sevilla y su corazón, que «quiso que se enterrara en Jerusalén, quedó en la Catedral de Murcia por la imposibilidad de trasladarlo hasta su destino final en sus tiempos», ilustra el propio Bango, orgulloso de haber conseguido montar «una muestra francamente imposible en ninguna otra sala de España. Hoy por hoy, no podría montarse ni en El Prado, porque las condiciones de seguridad y conservación son tremendas», aclara. Y añade que se han tenido que «superar muchas dificultades técnicas para dotar de condiciones de humedad y temperatura a cada una de las piezas de forma independiente».
No en vano, en la sala San Esteban de Murcia se puede contemplar, por primera vez desde que se tiene noticia de que se separaron en el siglo XIV, las cuatro Cantigas de Santa María, que han viajado desde la Biblioteca Nacional de Florencia, el Museo de El Escorial y la Biblioteca Nacional de España; así como la práctica totalidad de la obra producida en el scriptorium alfonsí: «Sólo faltan tres obras, dos del Vaticano, que está en plena rehabilitación, y otra de Patrimonio Nacional, que hacía un año que se había prestado y un códice debe descansar luego tres años», aclara Bango.
Muy cerca de los recientemente aparecidos restos de la Murcia islámica del siglo XIII que le vio nacer políticamente, y que recompuso y reutilizó Alfonso X, se muestran, grandiosas, piezas de orfebrería como el Relicario de las tablas alfonsíes; tallas en marfil como la Abridera de Allariz, una muestra única de este tipo de vírgenes, que al abrirse mostraban el Misterio de la Encarnación y que por lo impúdico de la escena fueron quemadas en su tiempo; ricas telas, como la casulla del arzobispo de Toledo, que fue el paño de bodas de Alfonso X y Doña Violante y que ambos regalaron al infante Don Sancho de Aragón, hermano de Alfonso X; la mayor colección de ajedreces, realizados en hueso, madera de boj o cristal de roca -juego de estrategia por el que tenía una tremenda afición y en el que introdujo algunas variantes, ilustra Bango-, así como el testimonio de su pasión por otros juegos «ferir la pelota, una especie de beisbol, los dados -«de hueso, pequeños y poco significativos, pero que son maravillosos e interesantísimos para mí», destaca el comisario- o incluso los toros», aclara Bango.
Alfonso X siempre ha sido considerado el rey de la modernidad, una calificación que responde al hecho de que a través de Las Partidas le quita a los nobles sus privilegios, «la ley es el rey y en caso de conflicto, la última instancia era él. Eso ni a la Iglesia ni a la nobleza les gustaba y por eso fue bombardeado por las clases privilegiadas. Las Partidas debieron de esperar más de cien años para tener vigencia», comenta Bango, que tiene claro que Alfonso X trabajo sobre el ideal de unos reinos que se alejasen del viejo reino y se acercaran a la modernidad, pero tuvo enfrente a los sectores más reaccionarios y terminaron eclipsando su nombre y haciendo fracasar su reinado.
Un mito roto
Otra idea grabada en el imaginario popular es la de que Alfonso X propició la convivencia de judíos, musulmanes y cristianos bajo su reinado. Pero Bango destroza el mito: «Es cierto que en su scriptorium trabajaron lo mismo judíos, que musulmanes, que cristianos, pero eran los judíos del rey, los árabes del rey,... Y no se les hacía nada porque estaban bajo la protección de Alfonso X».
El monarca sabio, que lo fue y abogó para que el saber fuera el cimiento sobre el que un príncipe sustentase el gobierno de su reino, siempre buscó a los más expertos sin tener en cuenta ni condición ni credo. «Es curioso, pero hay una escena en la que aparece junto a unos tahures, unos tramposos, que eran los que más sabían del juego de los dados, y por eso Alfonso X recurrió a ellos para que le asesorasen». Lo que sí que certifica Bango es su afán por él conocimiento en todos los ámbitos del saber, una cuestión que queda patente en esta exposición: «No hay rey que participe tanto en sus libros como éste», certifica Bango.
Pues, desde hoy y hasta el 31 de enero, todos los ciudadanos pueden evocar la personalidad del rey sabio, poeta, modernizador de sus territorios, supresor de los privilegios de la Iglesia y la nobleza, y con mayor trascencia en Europa de todos los monarcas hispanos a través más de dos centenares de obras únicas en la sala de San Esteban de Murcia.

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